La camisa blanca

Hoy fue mi último día como Directora de Inbound Marketing en Origami Brand Studio. Y aunque sigo siendo parte de esta como socia fundadora, saber que a partir del lunes no tendrá la misma rutina, no deja de desconcertarme.

Mientras escuchaba a mis cachorros durante la despedida, no dejaba de pensar en lo agradecida que estaba por haber sido parte de un equipo tan talentoso del que aprendí muchísimo, incluyendo a ser mamá leona. Pero, ¿qué madre deja a sus hijos solos? ¿Cómo podría ser tan egoísta? Son las preguntas que me hice por meses.

Sin embargo, me voy feliz y hasta aliviada de escuchar que cumplí con mi objetivo: causar algún impacto positivo en la vida de mis cachorritos. Gracias por dejarme saber que una parte de mí se queda con ustedes y no solo los recuerdos de regaño. Nada me llena más, que saber que se sintieron apoyados por mí, de una u otra forma.

Muchos me han dicho, “¡pero que locura que te vayás si vos sos Origami!” y por mucho que eso me haga sentir muy halagada quiero decirles que están equivocados. Yo no soy Origami. Origami trasciende mucho más allá de mí y mis socios. Origami es una familia, una aceleradora de talentos, una realizadora de metas. No encuentro palabras justas para describirlo, pero en definitiva es un colectivo y no va a morir solo porque yo no esté, de eso estoy segura.

 

LA CAMISA BLANCA

Todos tenemos una camisa blanca de mangas largas que amamos y la llevamos a todos lados. Eso era mi trabajo para mí, era la camisa blanca con la que me sentía súper guapa. Un día me dijeron que la camisa tenía un hoyo en el hombro, yo nunca lo había notado, pero pensé que tal vez si yo tenía la aguja alguien me podía ayudar con el hilo. Después de unos meses de esperarlo, el hilo nunca llegó.

Cada vez era más seguido que escuchaba sobre el hoyito y pues la verdad yo ya no me sentía cómoda con eso, ya no podía ignorarlo y tampoco repararlo. Así es que decidí cortarle los hombros a la camisa y ponerla a mi gusto. Al final, mis hombros siempre han sido mi esencia.

RESET

Después de un taller de Voces Vitales impartido por José Bolaños sobre Polaridades, me empecé a preguntar ¿cómo quiero vivir? ¿Lo que estoy haciendo me hace feliz? Y me di cuenta que mi percepción de felicidad estaba ligada completamente al éxito. ¿Me sentía exitosa? Sí. Pero no me sentía feliz.

El otro leía el status en Facebook de una conocida a quien le tengo mucho cariño y comentaba que cada vez que ella le contaba a alguien que ya no estaba en el trabajo que estuvo durante varios años, la gente cambiaba su cara y casi le daba el pésame porque había decidido trabajar por su cuenta. Como ella misma afirmaba, sus años de experiencia nadie se los quita.

Uno deja de trabajar en un lugar pero no dejamos de ser profesionales. Que somos publicistas, periodistas o ingenieros pero no es todo lo que somos. No podemos permitir que el “éxito” laboral defina nuestra felicidad, porque no hay relación de la una con la otra. Y si no me creen, hay un montón de psicólogos y estudios que respaldan esa afirmación.

No hay forma alguna que Origami no siga siendo parte de mí, pero por mucho tiempo pensé que eso era lo único que yo era, sus éxitos y fracasos me definía.

Nuestros proyectos de emprendimiento y trabajos son importantes, sin embargo a veces nos olvidamos del YO. Se nos olvida lo importante que es respirar, que no existen fracasos sino experiencias ganadas, que somos seres cambiantes y que como el ave fénix, estamos en continuo cambio de alas. Que lo que era para mí ayer, ya hoy no lo es. Que la felicidad está en la calma, no en el corazón acelerado que nos causa angustia y tensión. Que nuestra salud mental y emocional; y el bienestar de nuestra familia, son los mejores tesoros. Se nos olvida que lo que viene de Dios es aquello que nos trae paz y que cuando Él interviene, se abren los caminos y los portones de par en par.

Con este punto y aparte, me daré un tiempo para mí. Mimarme un poco, tener más tiempo para escucharme, alejarme de la inmediatez. Quiero embarazarme, construir un espacio donde pueda disfrutar esa etapa de mi vida. Presentarles a Trece Trece y que éste empodere a otras mujeres. Aportar en otras organizaciones donde mis esfuerzos puedan ser multiplicados.

En resumen, no tengo planes, solo un presupuesto y muchos sueños.

GRACIAS

Este privilegio es patrocinado por Dios que con Fe me ha concedido la paz dentro de la ansiedad de dejar todo lo que conozco, con la esperanza de que puedo volver a empezar y el amor de mi maravilloso esposo que nunca deja de confiar en mí y prefiere a una esposa feliz que con dinero.

Quisiera agradecer a nuestros clientes por inspirarme con sus proyectos. En especial a mis dos primeras clientes. Mariana, vos sin saberlo, me motivaste a tomarme este espacio. Ela, gracias por enseñarme a hacer el presupuesto con el que espero sobrevivir. Y mis últimos clientes (ustedes saben necios quienes son) envidio y extrañaré esa hambre de aprender.

A mis cachorros, de nadie he aprendido más que de ustedes. Melina, Karen, Soghand, Bri y mi Barbie, ojalá algún día pueda volver a tener el privilegio de trabajar con ustedes.

Gracias infinitas a Marlen Mendez, quien me escribió después de haber publicado este post y como estoy segura que sus palabras impactarán su vida como lo hizo en la mía, agregué parte de su mensaje a este post.

Extrañando desde ya, los abrazos de amiguito Gabriel y que Maluma me truene la espalda en momentos de stress.

3 comentarios sobre “La camisa blanca

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